lunes, 5 de septiembre de 2016

Una boda a la antigua usanza

Cuatro días de boda hicieron sumergirse a Hoyocasero en las antiguas celebraciones.

Desde enseñar el ajuar, pasando por las vísperas y rondas, con la boda y la manzanera, culminando con la tornaboda y  la celebración de San Roque.

Cuatro años hemos tardado en organizar esta boda tradicional, una boda que surgía en una velada recordando las tradiciones pasadas. Fue Sonia la encargada de dar el pistoletazo de salida, cuando me llamaba para anunciarme su hallazgo, ¡se había encontrado un armario en la basura de los que había antes en las habitaciones!, el armario pieza fundamental y que ocupaba un lugar privilegiado, pues no todos eran tan afortunados de tener este elemento, y así con la recogida de este singular elemento, y su traslado hasta el garaje de la casa de Sonia primero, comenzaba la ilusionante preparación de una boda tradicional en Hoyocasero. Una boda que no ha estado exenta de anécdotas, y situaciones que nos retrasaron su elaboración, pero donde al final pudimos ver cumplido nuestro sueño.

En mayo del siguiente año, cuando ya estábamos haciendo cábalas de como lo organizaríamos, tuvimos una terrible noticia, un jarro de agua fría nos dejaba heladas ¡Sonia estaba enferma!, pero aún así, y dándonos una vez más un ejemplo de serenidad, fortaleza y sangre fría, ella nos insistía en que siguiéramos adelante con el proyecto. ¿Cómo íbamos a poder organizarlo sin ella?, había que esperar, Sonia aporta la creatividad al grupo, ¡nada hubiera sido igual!, así que ha merecido la pena la espera, primero porque ha sido pieza fundamental en la organización y segundo porque cada una de nosotras aporta lo mejor de sí misma para que todo salga bien.

Quizá estos años nos han permitido madurar los preparativos, quizá entonces no era el momento, quizá si no hubiéramos contado con la colaboración de todas las personas que se han unido e ilusionado con nosotras, a buen seguro que no hubiéramos logrado reproducir la boda. Quizá si lo hubiéramos hecho entonces no habríamos encontrado a los novios, Alejandro y Feli, que se han prestado a todo lo que les pedimos..., por eso, el momento de celebrarlo era ahora.

Gracias a la predisposición de muchas personas, primero en Semana Santa, seguido del Cristo y con la llegada del verano, comenzábamos a imaginar como sería todo. En primer lugar solicitar al Ayuntamiento el espacio, una vez más el apoyo del consistorio fue inmediato, fijaros que hasta ¡nos han pintado la sala y todo!. El armario ya estaba situado, ahora comenzábamos a buscar los enseres, parecía una misión imposible, pero gracias a lo que algunos de nuestros tíos guardaban aún en sus casas y otro a lo que tenían nuestras madres, tías y nosotras mismas, la alcoba comenzaba a estar formada.

El catre, el somier, la coqueta, la mesilla, el baúl, palanganeros, el orinal, el jergón de lana..., ¡no faltó detalle!. y Comenzamos a reunir el ajuar, gracias al mimo con el que nuestras madres han guardado en sus baúles sus ajuares y los de nuestras abuelas, encontrábamos una alcoba llena de obras de arte tejidas a mano por nuestras abuelas y bisabuelas, sabanas y almohadones bordados a manos con letras imposibles, toallas de lino finísimo, mantas, lanteras para tapar el somier, manteos de lino, cestos de la costura..., incluso la virgen del Carmen y el purgatorio presidían junto al rosario de cuentas la cabecera de la cama.

Pero como en nuestras casas hay de todo, también nos atrevimos a montar una cocina, todos los elementos originales, desde el basar, los morillos, las llares, y el caldero, el arrimador, las tenazas, sartenes, trébedes y los cacharros de la cocina donde no faltaron los platos de porcelana, loza y hasta la plancha de carbón y el farol, los cantaros, las sillas y banquetes de antes.
Una de las cosas más emocionantes que uno experimenta, es al ver entrar a la gente en e interior de la alcoba y percibir la emoción, sobre todo en las personas mayores, al ser testigos de ello es cuando vimos que lo habíamos hecho bien (un poco de vanidad no viene mal)


Y puesta la alcoba y con la novia en la plaza, todas las acompañantes preparadas para recorrer las calles del pueblo, vestidas de serranas y agarradas del brazo, iniciamos el recorrido cantando las tonadas típicas de la época, mientras la novia casa por casa iba invitando a la gente "venga usted a ver poner mi cama". Antiguamente era la novia la que llevaba la cama y la familia del novio la encargada de pagar el ágape. Tras volver al a plaza, vimos que la invitación había tenido éxito y la gente se agolpó a ver la alcoba y el ajuar. ¡prueba conseguida!.

Aquí os dejamos más fotografías de la sala de exposición, la siguiente entrada será dedicada a los ritos que se realizaban antes en las celebraciones de las bodas tradicionales.












No hay comentarios:

Publicar un comentario