lunes, 6 de junio de 2016

MASCARAVILA (II). Nuestra historia a través del Rabel y Grupo Cigarra

El rabel un instrumento, utilizado por nuestros antecesores en otras épocas. Gracias a Pepe y al grupo Cigarra, hemos ahondado en su origen y os dejamos la historia que él creo para presentar a Renato, el "Rabel de Hoyocasero".

Es difícil en estos tiempos donde todo sucede con tanta prisas, encontrar a personas dispuestas a "cuidar" de que no perdamos nuestros orígenes, nuestras raíces, nuestra música...., pero por suerte siempre hay excepciones, una de ellas es el Grupo Cigarra, que además de recuperar y mantener las tonadas ancestrales que dejaron nuestros antepasados, están siempre dispuestos a colaborar de forma desinteresada. Cómo podréis leer más adelante ellos junto a otras personas son "Nacedores de Rabeles"..., "hay es ná ".  Desde este humilde rincón que nos sirve para expresar sentimientos, recuperar historias y en definitiva dejar por escrito la historia de Hoyocasero, queremos dar las gracias desde lo más profundo de nuestros corazones a este Grupo y a su líder a Pepe, el cual nos ha ayudado y animado de manera ejemplar. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡GRACIAS!!!!!!!!!!!!!.

Hoy nuestra entrada va destinada a la presentación magistral que hicieron Pepe y los integrantes del Grupo Cigarra en MASCARAVILA. Tras finalizar la presentación del I Volumen ..., tras escuchar a Justo Múñoz, ¿que mejor que darle continuidad con este taller?, allí junto a arrabaleros de nuestro vecino pueblo, Navalosa, pudimos disipar las dudas sobre su fabricación y aunque eramos novatos incluso de hacerlo sonar.
Pero como los antiguos Juglares, Pepe quiso narrar una historia que nos acercara a este singular instrumento de la mano de los siguientes personajes, ¡no perdáis detalle!:


Cuento de Arrabel


Mi abuelo decía:

No hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí, recuerdo una de esas viejas tardes del fin de verano, cuando el sol baña de oro los campos y los altos cerros de la sierra parecen convertirse en un festejo de gallos con sus crestas engalanadas; recuerdo, cómo por un instante se hizo la oscuridad, de repente, sentí una sombra que me abrazaba, se pegaba a mi cuerpo con insistencia, fue la misma sensación que tienes cuando un niño se aferra a ti antes de cruzar el umbral de la escuela por primera vez. Fueron unos segundos de angustia y tristeza los que me transmitió esa misteriosa sombra.

Me acerque, muy despacio, llegué y mí sorpresa fue, ver quién había osado privarme de ese bello atardecer; era un despistado...

Buenas joven -respondió- Pero si es usted un Rabel... -comenté- Perdón joven, Arrabel, soy un Arrabel. -respondió con cierto.
Entonces, ¿es usted de por aquí, de estos valles?. Pues claro joven, pues claro.-contestó-
Y... ¿a dónde va usted a estas altas horas de la tarde?, pronto caerá la noche. ¿Va muy lejos, cual es su camino? - pregunté-

Voy, voy joven por el camino del Olvido. -contestó con cierta tristeza. ¿El camino del Olvido?, ¿Por dónde se va al Olvido, está lejos?. Ay joven; -respondió- el Olvido, está más allá de no sé dónde; los recuerdos de la memoria, ni siquiera se alcanzan, el Olvido es de esos lugares de los que pocos regresan. ¡El Olvido joven, el Olvido!... allí voy a reunirme con mis antepasados. Pero... estoy pensando... si es el Olvido, ellos también me habrán olvidado, llegaré y seré tan extraño como lo empiezo a ser ahora por aquí. En fin paradojas, la vida está llena de paradojas. -continuó diciendo-.
Espere, espere, -un tanto desconcertado y asombrado respondí- aún es pronto para ir hacia el Olvido y tarde para andar el camino. Muy cerca de aquí, al otro lado del río tengo un viejo corral, acompáñeme, pasaremos allí la noche y al alba, con la mente descansada trataremos de ver que no vaya al camino del Olvido. 

Llegamos por fin al corral, mientras yo preparaba la leña y atizaba al fuego, el Arrabel, lo miraba firmemente y entre dientes:

"El rabel pa que sea fino
Ha de ser de verde pino
La Vigüela de culebra
Y el sedal de mula negra."

Aún recuerdo a mi abuelo, -dijo con la mirada profunda puesta en el fuego- parece que lo estoy viendo. Su amo, lo abrazaba y acariciaba con tanto cariño..., y con las crines de mula negra lo tañía, lo tañía... arco arriba, arco abajo durante esas largas noches de invierno entorno al hogar de pucheros viejos humeantes.
¡Qué tiempos!...; Mi abuelo decía: que nuestros antepasados fueron tan famosos, que podían servir tanto en la Corte como en las Aldeas. Decía: “nuestras cantoras fueron el deleite de los mejores músicos venidos de todas las tierras lejanas y transitaron por caminos con los más célebres trovadores y sagaces juglares”.

Muy interesante lo de su familia- respondí- muy, pero que muy interesante. Me han dicho, que sus antepasados vinieron del sur,de esas tierras lejanas... 

Leyendas, leyendas joven. -respondió- Es cierto que unos dicen que nos trajeron los del sur, otros que fueron los bárbaros del norte, pero mi abuelo siempre decía, que nuestros antepasados ya se encontraban aquí, lo único que hicieron fue adaptarse a los unos y a los otros.
Mi abuelo decía -continuó-: que nuestros antepasados fueron contemporáneos de los suyos joven, esos los de las cavernas, en aquella época valíamos tanto para la caza como para sugerir la danza con la música que hacíamos...

¡Cómo, como! ¿Qué me está contando, que sus antepasados cazaban y hacían música al mismo tiempo...? 

Yo no he dicho eso joven, -respondió-, Mi abuelo decía: que nuestros antepasados eran arcos de caza, después de una buena jornada de recolecta de alimentos, sus antepasados, -los de usted joven-, para celebrarlo también hacían una hoguera más grande incluso que ésta claro, los cazadores se colocaban sus arcos en la boca -es decir, a mis antepasados-
golpeaban la cuerda con las flechas ahuecando la boca y la música flotaba por el aire; y eso, incitaba a danzar a las tribus alrededor del fuego. ¡Qué le parece esto joven, cómo hemos evolucionado eh!.
También, mi abuelo decía que tras los años de plenitud y alegría, siglos de corte, de transitar caminos, alegrar posadas y tabernas, después... vinieron tiempos difíciles, llegaron unos antepasados suyos - los de usted joven-, al parecer un tanto extravagantes para
nuestras costumbres, sus largas melenas rizadas y postizas, medías caladas hasta las pantorrillas, puntillas y puñetas, en fin, raros, raros; nuevas modas... Ellos traían a nuestros parientes a los que nosotros llamamos, “los del pedigrí”, vamos, no hay nada que objetar al respecto, muy sonoros y majos ellos la verdad, musicalmente correctísimos, pero como decía mi abuelo, “no eran capaces de entrar en un muladar”.

Así, poco a poco, nos fueron desterrando y acabamos gran parte de nosotros, con nuestros parientes de las montañas, en las sierras más recónditas, donde sus buenas gentes y los pastores nos acogieron como uno más afortunadamente.

Hubo un día, -decía mi abuelo- un fatídico día para nosotros; una rara fiebre penetro en las casas, fueron llegando unos extraños aparatos, que llamaban de válvulas o “arradios”, que al girar unos botones se escuchaba a alguien por dentro. Desde entonces -decía mi abuelo- cada vez le descolgaban menos de su clavo por las noches, su amo ya no cantaba y contaba tantas historias a los suyos con él, todos se arrimaban a ese aparatejo, hacían girar sus botones, hasta que oían unos fuertes pitidos y después una voz lejana solía decir: “Parte de guerra... hoy las tropas...”. Desde entonces por las noches la casa quedaba en
silencio para escuchar el diabólico artilugio.

Mi abuelo, acabó en el sobrao de la casa y poco a poco termino en el camino del Olvido, a dónde voy yo también.

Pero, joven, ya está bien de hablar de mis antepasados, cuénteme, cuente, me han dicho que por estos valles todavía hay Arrabeleros que tañen a mis viejos parientes, ¿es cierto...?

Aún quedan algunos –respondí-, El Tío Roberto de Pedro Bernardo, el tío Silvestre de las Cuevas del Valle, el tío Justo Muñoz de Villanueva de Ávila, Julio Arribas de Niharra, aunque anda por tierras de pucela, el tío Carlos Heras y seguro que se me olvida alguno, seguro.

Pero, dígame joven, - como muy entusiasmado- me han dicho que no muy lejos de aquí, hay nuevos “Nacedores de Rabeles”, Querrá decir, “Hacedores de Rabeles”. No joven, no, lo que he dicho es lo que he dicho: “Nacedores de Ah, bueno, pues si, ciertamente, tenemos nuevos “Nacedores de Rabeles”, eso es, no muy lejos de aquí, en Nava la losa o ¿Nava la osa?, Nava, Naval... Navalosa..., a ver... El tío Felipe, el Tío Marcos, el tío Antonio y el Tío Jacinto, eso es: Felipe, Marcos, Antonio y Jacinto, “Nacedores de rabeles...”, bonita palabra, Nacedores de Rabeles. Pronunciando estas palabras, nos quedamos profundamente dormidos, mientras el fuego se iban convirtiendo en coloradas ascuas...
Al alba, los primeros cánticos de los gorriones me despertaron, desperezándome, me incorporé, mire a mí alrededor, estaba solo, ¡solo!. Fui corriendo hacia el cerro más alto, allí divisé al arrabel ya lejos, su sombra, esta vez se proyectaba hacia el camino del ¡Espere, espere!, -grite desesperadamente-, ¡aguarde no vaya allí, espere, aguarde!, al menos; Dígame su nombre para guardarle en la memoria del recuerdo, espere no se vaya.

A lo lejos, muy a lo lejos levemente escuche, “Adiós joven, si algún día nos volvemos a ver le diré mi nombre...”
Espere, no se marche, vuelva, espere...

Fin de la Primera parte

Firmado por : Cigarra Música Tradicional. José Miguel López

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